En medio de un mundo revuelto en sus propias trasformaciones, el pueblo mixteco se crea y recrea como un pueblo de tradiciones. Un pueblo en que la palabra cae del cielo para organizar a sus comunidades. Y cuando digo cae del cielo retomo las relaciones semánticas que se han creado en torno a ellas. No casualmente la palabra lluvia en mixteco tiene una estrecha relación morfológica y semántica con la palabra “palabra”.
Mientras en el mundo globalizado del 2011 las personas se comunican por computadoras y todo tipo de cables y redes, los pueblos mixtecos siguen guardando un lugar privilegiado en la mesa para el hombre o mujer que sabe usar muy bien las palabras.
Estos pueblos Oaxaqueños buscan entre sus hombres de respeto aquel que los represente y tome la palabra para lograr aquello tan anhelado. “El embajador o embajadora” El hombre o mujer de las palabras sabias; es buscado con un canasto de prendas en mano para que diga en nombre de uno lo que necesito que sepa el otro.
En fiestas, problemas o velorios, hay un hombre o mujer de la palabra que sierve como mediador entre los intereses y los interesados. Un mediador de la palabra que es una entidad dialogante que busca el buen acuerdo. Que pide a la novia, o da disculpas por haberla llevado. Que da la cara ante un ofendido, por haber creado un nuevo camino, o cortado un árbol. Que pide el favor a un padrino de acompañar a los celebrado o acompaña a la muerte en su camino por el luto de un ser amado que se va. Un embajador es un artista de los ritos. Un embajador es aplanador de caminos. Es un ser dialogante que construye puentes entre las familias, entre los dolores y entre las alegrías.
Las raíces profundas de los pueblos crean sólidos y amplios troncos que dan origen a pueblos que aun en el contexto de esta generación compleja siguen buscando a aquel personaje que les permita alfombrar sus procesos con las palabras que los hagan sentir mas humanos